El piloto de Formula 1, Lewis Hamilton, colgó en la red un vídeo donde le decía a su sobrino -se ve que su sobrino se había vestido con un traje de princesa rosita- que los niños no se visten de princesa. Es un vídeo muy cortito. ¡Y el mundo entero se le echó encima!
Al día siguiente, cuando el vídeo había recibido más de un millón de visitas y un montón de críticas, Hamilton tuvo que pedir perdón y disculparse.
¡Pero yo no puedo disculparme! ¿Entiendes? ¡Tú tampoco puedes disculparte por decir eso!
Hamilton sí se disculpó porque seguramente no tiene un compromiso con Cristo. Pero cualquiera que tenga un compromiso con Cristo sencillamente no puede disculparse por decir una cosa que es justa: los niños no se visten de princesa.
¿Y eso quién lo dice? ¡Dios! ¡La Palabra de Dios!
El apóstol Pablo nos enseña que los hombres deben honrar su masculinidad y vestirse y actuar de manera que honran su masculinidad. Y las niñas deben honrar su feminidad y vestirse y actuar de manera en que honren su feminidad dentro del contexto cultural en el que viven.
Si aquí vestirse de una determinada manera es vestirse de hombre, entonces yo no debo vestir de otra manera porque soy un hombre. No importa lo que otros piensen. Esto lo llevo en cada célula de mi cuerpo: soy un hombre.
Si en otro sitio los hombres se ponen túnica, entonces yo tendría que ponerme túnica.
En cada cultura, cada persona debe honrar su masculinidad o su feminidad, vistiendo y portándose de tal manera que sea distinguible dentro de ese contexto cultural.
¿Qué pasa si me piden a mí pedir perdón, recular, enmendar, matizar lo que estoy diciendo en este momento?
No puedo disculparme. Porque entonces estaría traicionado al Señor.
¿Y entonces qué va a pasar?
Pues, el mundo se va a levantar furioso contra nosotros. La persecución y la hostilidad están más cerca de lo que quizá pensamos.
Israel Sanz