Es obvio que, en la Escritura, orar no es fácil.
Martyn Lloyd Jones dice que, “La oración es la disciplina más difícil para el cristiano”. Y estoy muy de acuerdo con eso.
Y es obvio que esa declaración se corrobora con lo que Pablo dice en Romanos 8:26-27, “De la misma manera el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad porque no sabemos cómo orar como debiéramos pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”.
Nuestra naturaleza no es de orar. Nuestro Salvador tuvo que decir a los discípulos, “Orad y velad para que no entréis en tentación”.
Uno de sus discípulos en Lucas 11:1, después de haber observado la vida de oración del Señor, dice, “Señor, enséñanos a orar”. Esta declaración revela que aquel discípulo no sabía orar.
Y nosotros todos estamos de acuerdo y conscientes de que la oración es sumamente difícil.
¿Cómo debemos orar?
Debemos orar que el Señor abra nuestro entendimiento para comenzar y los ojos de nuestro corazón sean iluminados para poder entender lo que la Escritura nos enseña.
Y la oración es una disciplina que constantemente se subraya en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, 1 Tesalonicenses 5:17 dice, “Orad sin cesar”. La oración, según las epístolas, es una disciplina que todo creyente debe incorporar en su vida.
Es vital para nuestra salud espiritual tener una vida de oración saludable porque nuestro crecimiento espiritual depende de esa disciplina. Y por supuesto, como resultado, el bien espiritual de otros creyentes también.
La oración es una de esas disciplinas que debemos pensar, meditar y estudiar para llevarla a cabo como Dios así lo desea de nosotros.
Pastor Henry Tolopilo