Cuando los israelitas tuvieron miedo y se arrepintieron de su pecado, de exigir que Samuel les diera un rey para ser como las demás naciones, entonces llega una buena noticia del profeta Samuel, “No tengáis miedo; aunque habéis hecho todo este mal”.
¿Oyes lo extraño que sueña? ¿Cuán maravillosamente extraño?
Podrías esperar que el Señor diga, “Temed, porque habéis hecho todo este mal”. Sería una buena razón para temer: ¡han cometido el gran pecado de exigir otro rey además de Dios!
Pero eso no es lo que dice Samuel. Dice todo lo contrario.
Y sigue diciendo, “Sin embargo, no os apartéis de seguir al Señor sino servid al Señor con todo vuestro corazón. No os debéis apartar, porque entonces iríais tras vanidades que no aprovechan ni libran, pues son vanidades”.
Aquí tenemos el evangelio: a pesar de que han pecado mucho y han deshonrado terriblemente a Dios, a pesar de que ahora tienen un rey que fue un pecado exigirlo, aunque no hay forma de deshacer ese pecado o sus dolorosas consecuencias que aún están por venir; sin embargo, hay un futuro y una esperanza. Hay misericordia.
¡No tengáis miedo! ¡No tengáis miedo!
Luego viene el gran terreno que es la base y el fundamento del evangelio en 1 Samuel 12:22.
¿Por qué no debes temer aunque hayas hecho todo este mal? “Porque el Señor, a causa de su gran nombre, no desamparará a su pueblo, pues el Señor se ha complacido en haceros pueblo suyo”.
El fundamento del evangelio es el compromiso de Dios con su propio nombre. ¿Entendido?
¡No temas aunque hayas pecado porque el Señor no abandonará a su pueblo por amor de su gran nombre!
Esto debería producir dos efectos en ti: una humildad desgarradora y una alegría que te hace bailar.
Humildad porque la base de tu salvación no es tu mérito.
Felicidad porque tu salvación es tan segura como la lealtad de Dios a su propio nombre. No puede ser más segura.
Pastor John Piper