
Pero tú has seguido mi enseñanza, conducta, propósito, fe, paciencia, amor, perseverancia, persecuciones, sufrimientos, como los que me acaecieron en Antioquía, en Iconio y en Listra. ¡Qué persecuciones sufrí! Y de todas ellas me libró el Señor. Y en verdad, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos. Pero los hombres malos e impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de quienes las has aprendido (2 Timoteo 3:10-14).
Estamos en tiempos difíciles. Tiempos difíciles en diversos aspectos generales de la vida y sociedad, pero también tiempos difíciles para la iglesia y por tanto para los creyentes.
En los versículos anteriores a los que acabamos de leer, podemos ver que esos tiempos difíciles están provocados por personas que tuercen las Escrituras y que Pablo llama vasos de deshonra.
Esos vasos de deshonra vimos que se caracterizaban o se podían identificar porque:
- Son “amadores de sí mismos” (vv. 2-4)
- Son “impostores o charlatanes de la religión” (v. 5).
- Arrastran a los débiles (vv. 6-7)
Y en definitiva:
- Son “opositores de la verdad” (vv. 8-9)
Incluso Pablo le decía a Timoteo que a estos “vasos de barro” hay que evitarlos (2ª Timoteo 3:5) “teniendo apariencia de piedad, pero habiendo negado su poder; a los tales evita”.
Ahora, en estos versículos que acabamos de leer, Pablo le está haciendo a Timoteo un contraste de lo contrario a estos vasos de barro.
En tiempos difíciles y ante la presencia de estos falsos maestros y vasos de barro y madera que producen daño a la iglesia, Pablo le dice a Timoteo como tiene que hacer para mantenerse de forma firme y fiel en la fe.
Ya en la primera carta Pablo le había dado a Timoteo instrucciones y le había dicho como tenía que actuar para enfrentar distintas situaciones complicadas y erróneas dentro de la iglesia. Y Pablo le recordaba todas estas cosas a Timoteo por una sencilla razón, su fiel discípulo no podía olvidar que la Iglesia es “columna y sostén de la verdad” (1 Timoteo 3:14-15): “Te escribo estas cosas, esperando ir a ti pronto, pero en caso que me tarde, te escribo para que sepas como debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad.”
Al igual que por desgracia ocurre ahora en muchos sitios, la verdad, esa verdad de la que somos columna y sostén, ya era atacada y poco defendida hace 2000 años en las primeras iglesias.
Si hace dos mil años había riesgo de “avergonzarse de Cristo y su evangelio” (2 Timoteo 1:8), hoy en día en muchos púlpitos se predica para hacer que las personas se “sientan bien consigo mismo”, en vez de predicar las doctrinas y la moral que se encuentran en la Palabra de Dios, es decir, la única verdad que es útil para salvar el alma de las personas y la única verdad que nos sirve en nuestra vida de santificación como hombres y mujeres de Dios.
Como digo, esto no es tema sólo de la iglesia de Éfeso, o de la iglesia actual, sino que esto se daba en otras iglesias y se ha dado durante 2000 años. Judas ya lo advierte también en su carta (Judas 1:3-4), “Amados, por el gran empeño que tenía en escribiros acerca de nuestra común salvación, he sentido la necesidad de escribiros exhortándoos a contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos. Pues algunos hombres se han infiltrado encubiertamente, los cuales desde mucho antes estaban marcados para esta condenación, impíos que convierten la gracia de nuestro Dios en libertinaje, y niegan a nuestro único Soberano y Señor, Jesucristo.”
Hermanos, el mandato es claro, tenemos que mantenernos firmes como creyentes y como iglesia en la verdad.
La pregunta que Pablo nos contesta en estos versículos es ¿Cómo se mantiene firme un hombre o mujer de Dios?
Un creyente se mantiene fiel y firme cuando:
1.- Sigue los principios de la verdad (vv. 10-13)
2.- Persiste en los principios de la verdad (v. 14)
Timoteo tenía un ejemplo a imitar y seguir, el de su mentor, el apóstol Pablo. Había pasado mucho tiempo con él y había servido y aprendido junto al apóstol, así que Pablo es o era el ejemplo que Timoteo tenía que seguir.
1.- Sigue los principios de la verdad (vv. 10-13)
“Pero tú has seguido mi enseñanza, conducta, propósito, fe, paciencia, amor, perseverancia, persecuciones, sufrimientos, como los que me acaecieron en Antioquía, en Iconio y en Listra. ¡Qué persecuciones sufrí! Y de todas ellas me libró el Señor. Y en verdad, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos. Pero los hombres malos e impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados».
Comienza el (v. 10) con un “pero”, el cual nos está marcando un claro contraste entre el carácter y ministerio de aquellos “hombres amadores de sí mismos” del (v. 2) y el ministerio fiel y carácter piadoso del apóstol Pablo.
A diferencia de esos vasos de deshonra, Timoteo ha seguido el ejemplo, es decir, ha seguido los principios de la verdad que había visto en la vida y el ministerio de Pablo durante décadas.
Timoteo sabía de primera mano cómo combatir el error y como defender y preservar la verdad en momentos de dificultad.
Dice el refrán que “el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. Y es que, sabemos todos que, casi sin darnos cuenta, y de forma hasta inconsciente, continuamente estamos recibiendo influencia de las personas con las que convivimos, trabajamos, estudiamos o servimos en la iglesia. Y evidentemente, esa influencia puede ser buena o no tan buena.
Por tanto, es importante y de sumo cuidado el saber escoger con quien nos juntamos, relacionamos, aprendemos o compartimos las cosas importantes de la vida y por su puesto las cosas de la fe.

Así que, en contraste con los falsos maestros de los vv. 1-9, Timoteo había observado de cerca los principios de la verdad a través del ejemplo de Pablo.
El verbo “seguido” que utiliza aquí Pablo, significa literalmente “acompañar”, y su uso en aquella época era para significar una relación entre un maestro y su discípulo. Una persona era seguidor de otro cuando por ejemplo estudiaba cerca de esa persona o seguía el ejemplo de su maestro.
El escritor y comentarista William Barclay explica este término o verbo así: “Quiere decir seguir a una persona físicamente, vincularse a ella a las duras y a la maduras. También quiere decir seguir a una persona intelectualmente, atender con diligencia su enseñanza y comprender plenamente el significado de lo que dice. También quiere decir seguir a una persona espiritualmente, no sólo entender lo que dice, sino también poner en práctica sus ideas y ser la clase de persona que quiere que seamos.”
Y esto era justo lo que Timoteo era de Pablo, un seguidor que tenía como patrón las creencias, pensamiento y estilo de vida del apóstol Pablo.
Pablo tenía plena confianza en que Timoteo seguía los principios de la verdad, y así se lo dijo a los corintios (1 Corintios 4:16-17), “Por tanto, os exhorto: sed imitadores míos. Por esta razón os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, y él os recordará mis caminos, los caminos en Cristo, tal como enseño en todas partes, en cada iglesia.”
Como Timoteo hizo en tiempos difíciles, nosotros, si de verdad queremos ser hombres y mujeres de Dios tenemos que seguir los mismos principios de la verdad que siguió Timoteo, tenemos que seguir el ejemplo de Pablo en cuanto a su “enseñanza, conducta, propósito, fe, paciencia, amor, perseverancia, persecuciones, sufrimientos”
Es importante señalar, que lo primero que pone Pablo como ejemplo a seguir es la enseñanza o doctrina, esa doctrina que Timoteo había oído exponer al apóstol, una doctrina que no era suya, sino que había recibido del mismo Señor Jesús. Recordemos que Pablo se presenta en esta carta como “apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios” (2 Timoteo 1:1), “Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, según la promesa de vida en Cristo Jesús.”
La doctrina que Timoteo tenía que seguir e imitar era esa doctrina que como ya hemos dicho antes, había escuchado y aprendido de Pablo y que además tenía que enseñar y encargar a otros (2 Timoteo 2:2), “Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.”
La doctrina que Timoteo seguía de Pablo y que nosotros tenemos que seguir no es otra enseñanza sino aquella, que como dice el (v. 16) es útil para todo, es decir la Palabra de Dios, “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar (doctrina), para reprender, para corregir, para instruir en justicia”
Timoteo también había observado, seguido, y al igual que nosotros tenía que seguir imitando la conducta de Pablo, es decir, su estilo de vida, su patrón diario. Pablo había sido consecuente con su enseñanza, es decir, vivía o había vivido lo que predicaba.
Y evidentemente, esta combinación debe ser imitada por todos nosotros; no podemos enseñar o predicar una cosa y vivir otra. No podemos ser creyentes con doble moral o vida. Si de verdad somos hombres y mujeres de Dios, tenemos que vivir como “hijos de luz” (Efesios 5:8) “porque antes erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz.”
Cristo no murió en la cruz para dejarte igual. Cristo murió en la cruz para darte una nueva vida, para regenerarte, para darte un nuevo corazón, para rescatarte de una vida de pecado y conducirte a una vida de santificación.

Imita, sigue la conducta de Pablo.
El siguiente principio de la verdad que Timoteo seguía e imitaba de Pablo era su propósito. Pablo tenía un propósito o una responsabilidad principal en su vida, y era la de proclamar el evangelio de Jesucristo y todo el consejo de la Palabra de Dios, sin desviarlo o torcerlo, sin importarle las consecuencias.
Ojalá nuestro propósito fuese en todos nosotros el mismo que tenía Pablo, e incluso fuésemos capaces de decir lo que les dijo en su carta a los corintios (1 Corintios 9:16), “Porque si predico el evangelio, no tengo nada de qué gloriarme, pues estoy bajo el deber de hacerlo; pues ¡ay de mí si no predico el evangelio!”
A Pablo y a Timoteo, no les preocupaban sus comodidades, el amor propio, el éxito personal o su promoción. Su propósito en la vida era proclamar al crucificado, proclamar a Aquel que siendo Dios se despojó a sí mismo para morir en la cruz pagando la culpa que nos pertenece a cada uno de nosotros.
No hay mayor propósito para un creyente que dar testimonio de Jesucristo.
Y, haciendo un juego de palabras, no hay mejor propósito para nosotros, que predicar como Cristo fue fiel al “propósito” por el que el Padre lo hizo hombre, que no fue otro que ser obediente al Padre eterno hasta la muerte sustitutoria en el Calvario.
El siguiente principio de la verdad del que Timoteo seguía el ejemplo de Pablo es la fe. Esta fe que menciona aquí el apóstol no se refiere a la fe salvadora, sino que se refiere a la fidelidad y a la confianza que el creyente tiene en lo que ha creído para ser salvo, es decir, la fe que tenemos que imitar de Pablo nosotros consiste en vivir con fidelidad a nuestro Dios y lo que nos ha dejado por escrito en su Palabra.
Otro principio a imitar de Pablo es su paciencia (longanimidad RV60). Esta palabra paciencia o longanimidad, aquí se refiere a la virtud de ser inquebrantable y de soportar el sufrimiento.
Esta clase de paciencia en el creyente es la que nos ayuda a soportar el sufrimiento y cualquier situación adversa sin renegar o avergonzarnos de nuestro Dios.
Esta es la paciencia que Cristo mostró en el Monte de los Olivos cuando iba a ser traicionado por Judas, orando con tal sufrimiento que sus gotas de sudor parecían de sangre, dijo (Lucas 22:42), “…Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”
El siguiente principio que Timoteo imitaba de Pablo es el amor. Dios es amor, así que ningún creyente fiel puede vivir sin imitar el amor de Dios.
Es ese amor desinteresado que Cristo demostró entregándose por cada uno de sus Hijos en la cruz (Efesios 5:1-2), “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados; y andad en amor, así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma.”
De hecho, el amor es tan importante en la vida de un creyente que, como dice el apóstol Juan (1 Juan 4:8) “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.” Y en el (4:16) insiste “y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él.”
El siguiente principio o virtud que Timoteo imitaba de Pablo era su perseverancia, o como traduce la (RV60) en esta caso la paciencia como nosotros estamos más acostumbrados a entenderla, es decir, perseverancia o paciencia aquí tiene que ver con la capacidad de “soportar” dificultades para no ser tropiezo a otros. Pablo así lo explicó a los corintios (2 Corintios 6:3-4), “No dando nosotros en nada motivo de tropiezo, para que el ministerio no sea desacreditado, sino que en todo nos recomendamos a nosotros mismos como ministros de Dios, en mucha perseverancia (paciencia), en aflicciones, en angustias, etc)”.
Los dos últimos principios que Pablo cita que Timoteo seguía imitando al apóstol, y por los cuales, Timoteo era fortalecido y su ministerio ganaba en eficacia eran las persecuciones y sufrimientos (padecimientos) por causa de Cristo.
Pablo había sido el mayor perseguidor de cristianos en su época, y sin embargo, ahora había pasado de perseguidor a perseguido. Perseguido por judíos, por gentiles e incluso por personas de dentro de la iglesia.
Timoteo había estado presente en casi todos los sufrimientos o padecimientos que Pablo había sufrido en Antioquía, Iconio y Listra. Todas estas eran ciudades de la provincia de la cual era oriundo Timoteo.
Por ejemplo, en Listra, la ciudad de nacimiento de Timoteo, seguro que había sido testigo de cómo Pablo curó a un paralítico y luego fue apedreado hasta parecer que estaba muerto (Hechos 14:8-10, 19), “Y había en Listra un hombre que estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo desde el seno de su madre y que nunca había andado. Este escuchaba hablar de Pablo, el cual, fijando la mirada en él, y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo con fuerte voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él dio un salto y anduvo […] Pero vinieron algunos judíos de Antioquía y de Iconio, y habiendo persuadido a la multitud, apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.”
Cuando Pablo escribe esta carta, Timoteo estaba enfrentándose a la oposición, el rechazo y a la tentación de avergonzarse de su Señor, síntomas estos de poder sufrir y padecer por la causa de Cristo.
Quizás Timoteo no llegó al grado de persecuciones y sufrimientos que llegó Pablo, y espero que nosotros tampoco tengamos que llegar a sufrir por el evangelio como lo hizo el apóstol, pero si algún día llegase el caso, sigamos los mismos principios que hemos visto en Pablo y Timoteo y digamos como como dijo el apóstol (Romanos 8:18), “Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada.”
(2 Corintios 12:10) “Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.”
Además, gracias a Dios, Pablo podía decir, que a pesar de todas las persecuciones y padecimientos que había sufrido, “de todas ellas me libró el Señor” (v. 11)
Hermanos, podemos confiar, al igual que lo hacía Timoteo, que si Dios había librado a Pablo de todas estas cosas, a nosotros también nos va a ayudar.
Pero, tenemos que tener en cuenta una cosa importante. No dice la Palabra que no vayamos a tener persecuciones y sufrimientos, sino que lo que dice es que el Señor nos librará cuando las tengamos.
De hecho, el v. 12 nos advierte de que si vivimos en estos principios de la verdad, si somos fieles a Dios, tendremos dificultades “Y en verdad, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos.”

Hermanos, si vivimos, si seguimos estos principios que hemos visto en Pablo y Timoteo, seguro que de alguna manera y en mayor o menor grado, tendremos oposición como la tuvieron Pablo y Timoteo.
Y esta oposición la tendremos hasta que nuestro Señor regrese a por su Iglesia, por que como dice el v. 13, “los hombres malos e impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados”.
Este es el ejemplo a seguir de Pablo y Timoteo si queremos ser hombres y mujeres de Dios fieles y firmes en la verdad.
Pero este es también el ejemplo y la promesa que el mismo Señor Jesús nos dejó (Juan 15:18-21), “Si el mundo os odia (aborrece), sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de la palabra que yo os dije: “Un siervo no es mayor que su señor”. Si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros; si guardaron mi palabra, también guardarán la vuestra. Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.”
Si estuviese aquí Pablo, pregúntate, ¿te recomendaría a otras iglesias como hizo con Timoteo a los corintios (1 Corintios 4:17), como un siervo “fiel en el Señor” que sigue las enseñanzas (doctrinas) de Pablo, su conducta, propósito, fe, paciencia (longanimidad), amor, perseverancia (paciencia), persecuciones y sufrimientos (padecimientos)?
Hermanos, sigamos estos principios de la verdad que hemos visto en Pablo y Timoteo para mantenernos firmes y fieles.
Y una vez que seguimos estos principios, el apóstol insiste en que para mantenerse firmes como hombres y mujeres de Dios también hay que “persistir” en estos principios.
El hombre de Dios:
2.- Persiste en los principios de la verdad (v. 14)
“Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de quienes las has aprendido;”
La segunda característica entonces de un hombre o mujer de Dios que se mantiene firme en la Verdad, es que sus principios, estos principios que hemos visto anteriormente, están edificados y fundamentados en la solidez de la Palabra de Dios.
Por ejemplo, Timoteo estaba siguiendo el ejemplo que había visto en Pablo, pero además, eran las convicciones que había aprendido de niño, eran las convicciones que su madre y abuela le habían dejado como herencia; al empezar la carta Pablo le recuerda que tenía que avivar esas convicciones que había recibido de Loida y Eunice (2 Timoteo 1:5-6), “Porque tengo presente la fe sincera que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. Por lo cual te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos.”
Fijémonos que Pablo no está haciendo una recomendación a Timoteo, sino que el verbo persistir aquí está en imperativo, luego Pablo está ordenando a Timoteo a persistir en esas verdades bíblicas que había aprendido, es decir, estudiado desde niño y que se habían convertido en convicciones que lo habían persuadido o convencido.
Timoteo, y nosotros estamos llamados en persistir en las verdades de la Palabra de Dios que no son negociables, no se pueden alterar, ni se pueden diluir, como hacían o hacen los vasos de deshonra.
Unas verdades que no podemos aprender de cualquiera, sino que tenemos que tener claro, como dice el final del (v. 14) de “quienes las aprendemos”, es decir, vasos de honra, maestros como Pablo, personas fieles como Loida o Eunice, personas que en definitiva siguen y persisten en los principios de la verdad.

Así que hermanos, estamos en tiempos difíciles, en los que la Palabra de Dios, la Palabra de Verdad es torcida, disimulada, diluida y adaptada a los deseos y corrientes del hombre y de la sociedad. Tiempos en los que se justifica incluso el pecado, en los que prima el amarse a sí mismo.
Si nos mantenemos firmes pasaremos aflicción, seremos señalados, pero el llamado, nuestro deber como hombres y mujeres de Dios es a mantenernos fieles y firmes en la verdad, y para ello, tenemos que seguir y persistir en lo que hemos aprendido de hombres fieles a la verdad.
Hermanos sigamos y persistamos en la enseñanza y doctrinas de Pablo, porque son las doctrinas y enseñanzas de Dios, sigamos y persistamos en la conducta de Pablo, su propósito, su fe, su paciencia y longanimidad, su amor, su perseverancia, persecuciones y sufrimientos, entonces, nos podremos mantener como fieles y firmes hombres y mujeres de Dios.
Juan Pablo Carmona – Linares (España)
Pueden ponerse en contacto con el autor por medio de email: jpcarmonam@minaslineras.com