
REQUERIMIENTOS
El Padre requirió del Hijo, que en este pacto aparecía como Fiador y Cabeza de su pueblo, y como el postrer Adán, que diera satisfacción por el pecado de Adán y de aquellos a quienes el Padre había dado al Hijo, y que hiciera lo que Adán no había podido hacer, cumpliendo la ley y, de este modo, asegurando la vida eterna para toda su progenie espiritual.
Este requerimiento incluía las siguientes particularidades:
1. Que tomara la naturaleza humana naciendo de mujer, y que de esta manera entrara en relaciones temporales; que tomara esta naturaleza con todas sus presentes debilidades, aunque sin pecado, Gal 4: 4, 5; Heb. 2: 10, 11, 14, 15; 4: 15. Era absolutamente esencial que él se hiciera uno de los miembros de la raza humana.
2. Que El, quien como Hijo de Dios era superior a la ley, se sometiera a la ley, de manera que pudiera entrar no solamente en la vida natural sino también en relación penal representativa con la ley para pagar el castigo por el pecado y para ganar la vida eterna para los elegidos, Sal 40: 8; Mat. 5: 17, 18; Juan 8: 28, 29; Gal 4: 4, 5; Fil. 2: 6-8.
3. Que El, después de haber ganado el perdón de los pecados y la vida eterna para los suyos, administraría para ellos los frutos de los méritos de Él: perdón completo y la renovación de sus vidas mediante la bondadosa operación del Espíritu Santo.
Haciéndolo lograría asegurar absolutamente que los creyentes consagraran sus vidas a Dios, Juan 10: 16; 16: 14, 15; 17: 12, 19-22; Heb. 2: 10-13; 7: 25.
PROMESAS
Las promesas del Padre correspondían con sus requerimientos. Prometió al Hijo todo lo que se necesitaba para el cumplimiento de su grande e inteligente tarea, excluyendo, por lo mismo, toda incertidumbre en la ejecución de este pacto.
Estas promesas incluían lo que sigue:
1. Que Dios prepararía para el Hijo un cuerpo, el que sería tabernáculo adecuado para él; un cuerpo, en parte, preparado por la agencia inmediata de Dios y sin la contaminación del pecado, Luc. 1: 35; Heb. 10:5.
2. Que Dios capacitaría al Hijo con los dones y gracias necesarias para la realización de su tarea y en modo especial lo ungiría para los oficios mesiánicos, dándole el Espíritu sin medida, una promesa que fue cumplida particularmente en el momento de su bautismo, Isa. 42: 1, 2; 61: 1; Juan 3: 31.
3. Que Dios sostendría a su Hijo en la realización de esta obra, lo libraría del poder de la muerte, y de esta manera lo capacitaría para destruir el dominio de Satanás y para establecer el Reino de Dios, Isa. 42: 1-7; 49: 8; Sal 16: 8-11; Hech. 2: 25-28.
4. Que Dios autorizaría a su Hijo, como recompensa por su obra perfecta, para que enviara el Espíritu Santo, para la formación de su cuerpo espiritual, y para la instrucción, conducción y protección de la Iglesia, Juan 14: 26 ; 15 : 26 ; 16 : 13, 14; Hech. 2: 33.
5. Que Dios había de dar al Hijo una numerosa simiente, en recompensa por su obra cumplida, simiente en multitud tal que nadie podría contar, de manera que en su plenitud, el Reino del Mesías abarcará gente de todas las naciones y lenguas, Sal 22: 27; 72: 17.
6. Que Dios le entregaría al Hijo todo poder en los cielos y en la tierra para el gobierno del mundo y de su Iglesia, Mat. 28: 18; Ef. 1: 20-22; Fil. 2: 9-11; Heb. 2: 5-9; y que, por último, lo recompensaría en su carácter de Mediador con la gloria que como Hijo de Dios había tenido con el Padre desde antes de que el mundo existiera, Juan 17: 5.