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J.P. Martínez: «Barth le ha hecho más daño a la sana doctrina que Bultmann y Brunner juntos»

Mi primer acercamiento a la obra de Karl Barth fue a través de un maestro de teología que tuve en un instituto nazareno. Su obra «Comentario a la epístola a los Romanos» no me resultó tan interesante como me la vendieron. Después leí parte de su Dogmática pero no fue sino hasta que estudié su Introducción a la Teología Evangélica cuando terminé de convencerme de que su trabajo en realidad no encajaba con la comprensión que yo tenía de las Escrituras.

Nunca entendí el porqué Barth era tan celebrado en los seminarios. Un pastor presbiteriano, profesor del seminario en Baja California, México, y otro del seminario bautista del mismo Estado me invitaron hace años a disfrutar y aprender de sus obras. Yo jamás pude hallar ese deleite.

Recuperé un poco de interés por el tema cuando leí en la Teología Sistemática de Berkhof acerca del cómo Barth enfrentó el subjetivismo liberal; de todos modos Berkhof dejaba ver en su obra sus reservas con el teólogo suizo. Pero como más tarde estudié con R.C. Sproul, Barth se desmarcó del liberalismo para crear una sub-especie del mismo: la neo-ortodoxia, que en mi opinión resultó peor.

En una sesión de preguntas y respuestas en Twitter el pastor John MacArthur respondió, hace tiempo atrás, a mi pregunta sobre Barth y su utilidad en la preparación para el ministerio. Dijo: «En el Master’s no estudiamos a esos apóstatas». Así cerré el círculo luego de varios años de meditar en la obra de Barth. Tras la lectura de sus obras y comentarios de sus seguidores y de sus detractores, leyendo en todo momento mi Biblia, dejé paulatinamente de inquietarme por el que para muchos es el máximo genio teológico del siglo XX.

Yo ya había tomado esta decisión mucho antes de que supiera sobre su adulterio de más de 30 años con su asistente Charlotte. Esto vino a reforzar aún más mi convicción contra la corrección política académica evangélica que tiene a Barth en un pedestal. Esto significa que si Barth hubiera mantenido la pureza sexual sin descalificarse (como lo hizo) para el ministerio pastoral, de todos modos yo lo hubiera rechazado como maestro de la Iglesia.

En mis investigaciones posteriores sobre el progresismo latinoamericano fui descubriendo que prácticamente el 100% de los emergentes y neoliberales del movimiento apelaban a Barth. Barth es una especie de eslabón o vínculo que les hace sentir parte de la tradición evangélica aún cuando nieguen los fundamentos del evangelio y pisoteen la autoridad infalible e inerrante de la Biblia.

Barth es para estos pensadores una salida de la presión apologética en su contra. «Barth enseñó» se convirtió en fórmula de legitimación de las más aberrantes contradicciones al texto bíblico. En lo personal, Karl Barth le ha hecho más daño a la sana doctrina que Bultmann y Brunner juntos. Barth trae consigo el sello de la erudición, de una densa obra, brillante en el estilo pero que termina negando la autoridad objetiva de las proposiciones bíblicas.

El espectro progresista lo ha explotado tanto que algunos hasta han solapado su adulterio bajo la premisa de que «todos somos pecadores». Un neo-ortodoxo llegó a declarar: «A Barth y a su amante su esposa los sepultó en el mismo lugar», como si este acto santificara de algún modo el infame triángulo amoroso que Barth se permitió por décadas, en secreto, por no ser capaz de controlar su concupiscencia. A la larga se salió con la suya y logró doblegar a su esposa que intentó sin éxito la separación en los primeros años.

Por estas razones es que de vez en cuando volvemos a referir a Barth. Porque la Iglesia no puede pasar por alto el peligro que entraña su obra y su testimonio. Y porque no puede ser posible que nuestros institutos y seminarios sigan invitando a los alumnos a descansar en estas perspectivas sobre la autoridad de la Biblia, cuyo remedio resultó peor que la enfermedad.

Juan Paulo Martínez Menchaca 🇺🇸 🇲🇽 (@JPauloMartinez) | Twitter
Juan Paulo Martínez (Romanos 1:16)
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2 comentarios sobre «J.P. Martínez: «Barth le ha hecho más daño a la sana doctrina que Bultmann y Brunner juntos»»

  1. Desde que empecé a estudiar la Teologia Contemporanea, me di cuenta que a medida iba descubriendo que algo no encajaba con la Innerancia de las Escrituras.

    Es un daño y más que un virus el pensamientos de estos, aunque eran adelantados de su época, hicieron añicos los textos Biblicos.

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