
La segunda muralla es aún más débil e inservible.
Ellos solos quieren ser maestros de las Escrituras. Aunque durante toda su vida nada aprendan en ellas, se atribuyen a sí mismos la autoridad, y nos hacen creer con palabras desvergonzadas que el Papa no puede errar en la fe, ya sea malo o bueno, para lo cual no pueden aducir ni una letra siquiera. Esta es la causa por la cual en el derecho canónico figuran tantas leyes heréticas y anticristianas y hasta antinaturales. No es menester hablar de eso ahora. Como creen que el Espíritu Santo no los abandona por indoctos y malos que fueren, se atreven a añadir lo que quieren. Si así fuese, ¿para qué serían necesarias y útiles las Sagradas Escrituras? Quemémoslas y conformémonos con los indoctos señores de Roma, a los cuales domina el Espíritu Santo, que sólo habita en corazones buenos. Si no lo hubiese leído me habría parecido increíble que el diablo de Roma afirmara tales disparates y consiguiera seguidores.
Pero, con el objeto de no luchar contra ellos con palabras, citaremos las Escrituras. San Pablo dice: «Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero» (1 Corintios 14:30). ¿Para qué servirá este mandamiento, si sólo tuviésemos que creer al que está hablando o al que está sentado en primera fila? También dice Cristo que todos los cristianos serán enseñados por Dios (Juan 6:45); bien puede suceder que el Papa y los suyos sean malos o no sean verdaderos cristianos, ni estén enseñados por Dios ni tengan la concesión justa. Por otra parte, un hombre sencillo puede tener la intelección recta. ¿Por qué no seguirlo? ¿Acaso no erró el Papa con frecuencia? ¿Quién socorrería a la cristiandad, cuando el Papa errase, si no se creyera más a otro que tuviese a su favor las Escrituras?
Por ello, es una fábula desafortunadamente inventada y no pueden aducir ni siquiera una letra para comprobar que sólo el Papa es competente para interpretar las Escrituras o para aprobar su interpretación. Ellos mismos se han atribuido esta facultad. Y aunque pretexten que se le ha concedido el poder a San Pedro cuando le fueron dadas las llaves, está manifiesto suficientemente que esas llaves no fueron entregadas solamente a San Pedro, sino a toda la comunidad. Además, las llaves no fueron estatuidas para la doctrina o para el régimen, sino únicamente para ligar o desatar el pecado, y es mera invención, si a causa de las llaves se adjudican otras y más amplias atribuciones. Pero cuando Cristo dice a Pedro: «He rogado por ti, para que tu fe no falte» (Lucas 22:32), no puede referirse al Papa, puesto que la mayor parte de los papas no han tenido fe, como ellos mismos deben confesar. Además, Cristo tampoco rogó sólo por Pedro, sino también por todos los apóstoles y cristianos, como dice Juan: «Padre, ruego por los que me diste, no solamente por éstos, sino también por todos los que han de creer en mí por la palabra de ellos» (Juan 17:9). ¿No queda dicho esto con bastante claridad?
Piénsalo tú mismo. Ellos tienen que admitir que entre nosotros hay buenos cristianos que poseen la recta fe, el espíritu, el entendimiento, la palabra y el concepto de Cristo. ¿Por qué debemos desechar entonces su palabra y entendimiento y seguir al Papa que no tiene fe, ni entendimiento? Esto significaría negar toda la fe y la Iglesia cristiana. Fuera de eso no sólo el Papa ha de tener razón si está bien el artículo: «Creo en una santa Iglesia cristiana». ¿O deberíamos rezar así: «Creo en el Papa de Roma» y de esa manera reducir la Iglesia cristiana a un solo hombre? Este sería un error verdaderamente diabólico e infernal.
Además, todos somos sacerdotes, como se dijo arriba. Todos tenemos el mismo credo, el mismo Evangelio y el mismo sacramento. ¿Cómo no tendremos también poder de notar y juzgar lo que es recto o incorrecto en la fe? ¿Dónde queda la palabra de Pablo: «El hombre espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie» (1 Corintios 2:15), y «Tenemos el mismo espíritu de fe» (2 Corintios 4:13)?
¿Cómo no sentiríamos nosotros tan bien como un Papa incrédulo lo que es conforme a la fe y lo que es inadecuado? Por todas estas sentencias y muchas otras más, debemos llegar a ser valientes y libres. No debemos dejar atemorizar al espíritu de libertad (como lo llama Pablo) por palabras engañadoras del Papa. Al contrario, hemos de juzgar con desenvoltura, cuanto ellos hacen o dejar de hacer, según nuestra comprensión de creyente en las Escrituras, y obligarlos a seguir la interpretación mejor y no la suya propia. En tiempos pasados, Abraham tuvo que escuchar a Sara, la cual le estaba más estrictamente sujeta que nosotros a nadie en la tierra. También el asno de Balaam fue más inteligente que el profeta mismo. Si Dios habló contra un profeta por medio de un asno, ¿por qué no podría hablar contra el Papa por medio de un hombre bueno? San Pablo reprende lo mismo a San Pedro por estar equivocado. Por ello le corresponde a todo cristiano preocuparse por la fe, entenderla y defenderla, y condenar todos los errores.
Martín Lutero (1483-1546)
A la nobleza cristiana de la nación alemana (1520)
La segunda muralla del Catolicismo Romano
Artículos relacionados:
La primera muralla del Catolicismo Romano
La tercera muralla del Catolicismo Romano
