
Como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Señor de los que le temen (Salmo 103:13).
Por ser tú quién eres, Dios mío, sé que siempre eres justo en lo que haces, en lo que das y en lo que quitas, que eres lento para la ira (v. 8; 45:8) y nunca será desproporcionada (v. 10).
Sé también que yo soy pecador y mis pecados no pueden ser escondidos, disimulados o excusados. Por eso, qué alivio es para mí poder estar delante de ti en esta mañana y llamarte Padre, no porque yo quiera llamarte así vanamente, sino porque creo a tu palabra y confío en la obra de tu Hijo (Jn. 1:12). Estar en tu Hijo me hace ser tu hijo, y entonces tú actuarás conmigo como un padre con su hijo, con compasión, con amor desinteresado.
No dejes que mi temor a ti se dañe o disminuya, al contrario, que se fortalezca y crezca, por cuanto más te honre y ensalce, cuanto más respeto dé a tu nombre y confianza y obediencia a tu palabra, más sentiré tu presencia como padre compasivo.
Ayúdame hoy a luchar más contra el pecado, a vencer la tentación del maligno y la provocación de este mundo, pero si caigo no me trates según mis iniquidades, sino según tu corazón compasivo de padre (Hb. 12:5-11).
Blog Luis Cano
Esta serie se encuentra publicada en la página web de la iglesia de Ciudad Real donde pastorea nuestro hermano Luis Cano. Podéis acceder a la página haciendo clic aquí.