
Antes del siglo XIX, los teólogos confesionales reformados y luteranos solían leer entre sí sus obras e interactuar más que ahora. No estoy completamente seguro de cuándo dejamos de hablarnos pero me parece claro que pocos de los ortodoxos luteranos con los que he hablado conocen profundamente la teología reformada. Además, parece que la mayoría de los reformados son igualmente ignorantes de lo que los luteranos confesionales en realidad enseñan.
Tradicionalmente se ha considerado que hay mucho acuerdo entre la teología luterana y la teología reformada (e.g., la distinción básica entre ley/evangelio, la doctrina de la justificación, la depravación total, la elección incondicional, la sola Scriptura, y los tres usos de la ley) pero ha habido algunas áreas de amplio desacuerdo. En soteriología, en el quinto artículo de los Cánones de Dort (1619), las iglesias reformadas rechazaron la doctrina confesional luterana de la resistencia de la gracia en favor de la perseverancia de los santos. Los ortodoxos luteranos también niegan el segundo artículo del Sínodo de Dort, es decir, la expiación definida. La ortodoxia luterana también enseña una cristología diferente a la confesada por las iglesias reformadas. Confesamos que la humanidad de Jesús, aunque glorificada y ascendida, permanece local (i.e., en un lugar a la vez). Confesamos que Él está “presente en todas partes” por el poder y en la persona del Espíritu Santo. Los luteranos confiesan que su humanidad está presente en todas partes. Los luteranos y los reformados también han estado en desacuerdo sobre la teoría y la práctica de la adoración (y también sobre la numeración de los diez mandamientos ). En obediencia al segundo mandamiento (como los enumeramos los reformados), confesamos el principio regulativo de la adoración, el cual significa que podemos hacer en la adoración solo lo que Dios ha ordenado. Los luteranos enseñan que podemos hacer en la adoración lo que no está prohibido. Desafortunadamente, hoy en día, debido a que pocas iglesias reformadas practican el principio regulativo como se confesó en el Catecismo de Heidelberg (p. 96) y en la Confesión de Westminster (cap.21), incluso aquellos que se consideran oponentes férreos de todo lo luterano en la práctica tienden a ser luteranos en su enfoque y ejercicio de la adoración.
En cuanto a la doctrina de la santificación debemos proceder con cuidado. Podría pensar en varias obras reformadas sobre la doctrina de la santificación, pero no podría pensar en alguna obra luterana importante sobre la santificación. De hecho, cuando una vez le pregunté al teólogo luterano David Scaer sobre esto, estuvo de acuerdo en que no había una gran cantidad de volúmenes sobre este tema. Pero en ese momento no entendía que los luteranos tienden a enseñar su doctrina de la santificación bajo el encabezado del bautismo. Sin embargo, cuando comparamos la mejor enseñanza reformada sobre la santificación con la mejor enseñanza luterana, las diferencias no son tan grandes como algunos parecen imaginar.
Aún así, sospecho que hay diferencias. Por ejemplo, en un ensayo de mi amigo David Scaer, él quiere decir apropiadamente que la santificación es por gracia tanto como la justificación es por gracia. Él quiere apropiadamente desafiar y corregir la noción de que comenzamos por la gracia en la justificación, pero terminamos (la santificación) por las obras.
Sin embargo, en este ensayo es bastante crítico de cualquier conversación sobre la “cooperación” con la gracia en la santificación. No tengo dudas de que David sabe mucho más acerca del (bastante complicado) Libro de la Concordia (1580) que yo, pero se debe observar que en el epítome del Libro de la Concordia, las Iglesias Luteranas confiesan:
“Por otro lado, se dice correctamente que en la conversión, Dios, mediante la atracción del Espíritu Santo, hace dispuestos a los hombres obstinados y rebeldes, y que después de esta conversión en el ejercicio diario del arrepentimiento, la voluntad regenerada del hombre no está ociosa, sino que también coopera en todas las obras del Espíritu Santo, las cuales Él realiza a través de nosotros”.
Creo que esto concuerda con la doctrina reformada de la santificación progresiva. En la Confesión Belga (Art. 24) confesamos:
“…lejos está de que esta fe justificadora haga enfriar a los hombres de su vida piadosa y santa, puesto que ellos, por el contrario, sin esta fe nunca harían nada por amor a Dios, sino sólo por egoísmo propio y por temor de ser condenados. Así, pues, es imposible que esta santa fe sea vacía en el hombre; ya que no hablamos de una fe vana, sino de una fe tal, que la Escritura la llama: “la fe que obra por el amor” (Gálatas 5:6), y que mueve al hombre a ejercitarse en las obras que Dios ha mandado en su Palabra, las cuales, si proceden de la buena raíz de la fe, son buenas y agradables a Dios, por cuanto todas ellas son santificadas por su gracia»” (el artículo completo puede leerse aquí).
En el breve ensayo al que me referí anteriormente, David no dice cuáles protestantes tiene en mente, pero las iglesias reformadas están de acuerdo en que los creyentes ya no están bajo la maldición de la ley. Estamos de acuerdo en que no somos santificados por la ley, pero confesamos que la ley es la norma para nuestra santificación. Como Walter Marshall explicó en The Gospel Mystery of Sanctification, y como Mike Horton ha explicado recientemente en The Gospel-Driven Life, el evangelio es el poder de la vida cristiana. La ley nunca nos da la capacidad de hacer lo que ordena. Solo Dios el Espíritu hace eso, a través de la palabra del evangelio. Sin embargo, como dice el epítome, ahora no estamos ociosos. La santificación es solo por gracia, pero esa gracia es operativa en nosotros y a través de nosotros y nos permite cooperar hacia la semejanza a Cristo en esta vida.
A juzgar por la literatura reformada que leo, sospecho que no solemos leer a los luteranos de una forma profunda o cuidadosa y tampoco veo mucha evidencia en la literatura luterana de que hayan leído bien o con cuidado nuestros autores (o incluso las confesiones). Hay diferencias muy reales y quizás irreconciliables entre las iglesias confesionales luteranas y las iglesias confesionales reformadas, pero hay áreas genuinas de acuerdo. Sería bueno si pudiéramos al menos hablar entre nosotros con más frecuencia para llegar a una comprensión más clara de cuáles son esas áreas.
Scott Clark
Artículo traducido por Romel Quintero
Excelente post hermano…
Me has dado historia y enseñanza …
Puedes recomendar algún libro o material didáctico o digital, Sobre la Historia de la Iglesia, Historia cristiana o Eclesiástica., puede que todo se lo mismo pero tengo poco o nada conocimiento sobre la
Historia cristiana, eclesiástica. Conozco poco también de estos hombres de la Fe que se preocupaban por entender y enseñar a fin de glorificar a Dios.