
EL RESUMEN DE LA LEY
Nuestro Señor Jesucristo nos ha declarado suficientemente a dónde tienden todos los mandamientos de la Ley, al enseñarnos que toda la Ley está comprendida en dos capítulos.
El primero, que amemos al Señor, nuestro Dios, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas.
El segundo, que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Y esta interpretación la ha tomado de la misma Ley, pues la primera parte está en Deuteronomio 6:5 y la segunda la encontramos en Levítico 19:18.
LO QUE NOS VIENE ÚNICAMENTE DE LA LEY
He aquí el modelo de una vida santa y justa, e incluso una imagen perfectísima de la justicia, de modo que si alguien cumple en su vida la ley de Dios, a éste nada de lo que se requiere para la perfección le faltará delante del Señor.
Para confirmar esto, Dios promete a quienes hayan cumplido su Ley, no sólo aquellas grandes bendiciones de la vida presente de que se habla en el capítulo 26 del Levítico y en el capítulo 28 del Deuteronomio, sino también la recompensa de la vida eterna.
Por otra parte, Dios anuncia la venganza de una muerte eterna contra todos los que no hayan cumplido con sus acciones todo lo que está mandado en esta Ley. Incluso Moisés, habiendo proclamado la Ley, toma por testigo al cielo y a la tierra de que acaba de proponer al pueblo el bien y el mal, la vida y la muerte.
Pero, aunque la Ley señala el camino de la vida, sin embargo debemos ver de qué modo puede aprovecharnos. Si nuestra voluntad estuviera conformada y sometida a la obediencia de la voluntad de Dios, ciertamente que el mero conocimiento de la Ley bastaría para nuestra salvación. Pero, como nuestra naturaleza carnal y corrompida lucha en todo y siempre contra la Ley espiritual de Dios, y no se ha corregido en lo más mínimo con la doctrina de esta Ley, resulta que esta misma Ley que había sido dada, de haber encontrado oyentes buenos y capaces, para la salvación, se convierte en ocasión de pecado y de muerte. Pues, como estamos todos convencidos de ser transgresores de la Ley, cuanto más claramente esta Ley nos manifiesta la justicia de Dios, con tanta más claridad nos descubre, por otro lado, nuestra injusticia.
Por consiguiente, cuanto mayor sea la transgresión en que nos sorprenda, tanto más severo será el juicio de Dios ante el que ella nos hace culpables; y, una vez suprimida la promesa de la vida eterna, no nos queda sino la maldición que a todos nos corresponde por la Ley.
LA LEY ES UNA ETAPA PARA LLEGAR A CRISTO
Si la injusticia y transgresión de todos nosotros están demostradas por el testimonio de la Ley, no lo es con el fin de que caigamos en la desesperación, y de que, perdido todo ánimo, nos hundamos en la ruina.
El Apóstol dice que todos estamos condenados por el juicio de la Ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios. Sin embargo él mismo enseña en otra parte que Dios encerró a todos en incredulidad, no para perderlos o para dejarlos perecer, sino para tener misericordia de todos.
Así pues, el Señor, después de habernos prevenido, por medio de la Ley, de nuestra debilidad y de nuestra impureza, nos consuela con la confianza en su poder y en su misericordia, y esto en Cristo, su Hijo, por el cual Él se nos revela a nosotros como benévolo y propicio.
Pues si bien en la Ley, Dios no aparece más que como el remunerador de una perfecta justicia -de la que estamos totalmente privados- y por otra parte como el Juez íntegro y severo de los pecados; en Cristo, por el contrario, su rostro resplandece lleno de gracia y de dulzura, y esto para con los miserables e indignos pecadores; pues nos ha dado este ejemplo admirable de su amor infinito, entregando por nosotros a su propio Hijo, y nos ha abierto, en Él, todos los tesoros de su clemencia y de su bondad.
Juan Calvino
Breve instrucción cristiana – Segunda parte: La ley del Señor
El resumen de la ley – Lo que nos viene únicamente de la ley – La ley es una etapa para llegar a Cristo
