
Los tiempos están cambiando. Lo noto en el ambiente, lo noto en las caras, lo noto en cada momento de la vida.
Llevo observando una creciente preocupación entre la gente. Tengo suficientes amigos y conocidos que ya han empezado a notar en su propia economía doméstica que algo no cuadra. Presagian problemas. No se van a equivocar.
Los creyentes estamos al inicio de una época donde podemos echar una mano al prójimo porque el prójimo nos lo pide. Esas personas que están confundidas, perdidas, desesperadas, sin rumbo, vacilando entre la resignación y el cabreo, como ovejas sin pastor. Los próximos años serán años de sacrificio. Años de lágrimas. Años de tragedias y años de enfrentamientos sin fin. Años oscuros.
Pero también serán años de ser luz, años de dar sin esperar nada a cambio, años donde poco a poco los rayos del sol naciente anuncian una nueva mañana. Años donde prevalecerá la verdad sobre la mentira. Las puertas del Hades no resistirán. Serán años cuando la sal demuestra que da sabor y la luz ilumina la oscuridad. Años donde una iglesia sencilla se convierte en oasis en medio del desierto, un trozo del cielo en medio del caos.
Servimos a Aquel que se dio en sacrificio por sus ovejas, que vertió lágrimas pero que trajo luz a las tinieblas. La Iglesia ya puede ahorrarse sus programas evangelísticos. Habrá más oportunidades de compartir la fe y el pan de todos los días que ningún comité de iglesia jamás podía haber previsto. Cuando todo se complica, la vida se vuelve sencilla. Y los que entienden los tiempos se concentran en lo esencial porque se han preparado a tiempo.
Reflexiones, nada más.
José Hutter
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