
En octubre 1520, Lutero publicó su conocido libro ‘La Cautividad Babilónica de la Iglesia’ en el cual atacó el entendimiento católico de los sacramentos.
Curiosamente, el alemán arrancó la obra reconociendo solamente tres sacramentos (el bautismo, la eucaristía y la penitencia) para luego concluir el libro enseñando que, en realidad, apenas hay dos (el bautismo y la eucaristía).
Hasta el día de hoy, Roma habla de siete. Además de los ya mencionados están la confirmación, la unción de los enfermos, el orden sagrado y el matrimonio.
¿Por qué nuestro teólogo se deshizo de cinco de los sacramentos católicos? En palabras de Lutero:
Se ha convenido en denominar como propiamente sacramentos las promesas a las que se les ha añadido algún signo; las que no lo tienen son simples promesas. Así, si queremos hablar con todo rigor, sólo hay dos sacramentos en la iglesia: el bautismo y el pan. Sólo en ellos se encuentra el signo instituido por Dios y la promesa del perdón de los pecados.
Un sacramento tiene que tener un “signo instituido por Dios” y por esta razón, el reformador negó la naturaleza sacramental de la penitencia.
“El sacramento de la penitencia, que yo he añadido a los dos citados, carece del signo visible divinamente instituido”.
Consiguientemente, hay dos sacramentos: el bautismo y la eucaristía.
LA EUCARISTÍA
En cuanto a la eucaristía, Lutero se quejó de tres maneras en las que el Vaticano había llevado la Cena del Señor al cautiverio.
Queja 1: Los sacerdotes no dan las dos especies al pueblo
La primera queja de Lutero es que los sacerdotes no dan las dos especies (el pan y el vino) al pueblo.
Hasta el siglo XII, la Iglesia Católica compartía el pan y el vino de la Cena con sus feligreses. No obstante, a partir del siglo XIII empezó a administrar el pan solamente. El cáliz fue reservado exclusivamente para el sacerdote.
¿Por qué este cambio de política? Se piensa que fue una reacción contra la negligencia de ciertos creyentes que, sin querer, hacían caer “la sangre de Cristo” en el suelo sucio de las iglesias mientras recibían el sacramento.
Lutero levantó la voz contra la pérdida del cáliz porque la nueva práctica contradecía la clara enseñanza de las Escrituras que mandan, “Bebed todos de ella”.
Además, ¿acaso no fue derramada la sangre de Cristo por todo el pueblo? Y si su sangre les ha perdonado, ¿por qué no pueden tener acceso al vino?
¿Qué necesidad hay… para negar a los laicos las dos especies -signo visible del sacramento- cuando todos les conceden la realidad sacramental sin el signo? Si les dan la realidad, que es más importante, ¿a qué viene negarles el signo, que es de menor entidad? Porque en todo sacramento el signo, en cuanto tal, es incomparablemente menor que la propia realidad. ¿Qué impedimento, entonces, para facilitar lo menos cuando se da lo más?

Queja 2: La transubstanciación procura racionalizar un misterio
La segunda queja de Lutero es la doctrina romana de la transubstanciación, esto es, la idea de que el pan y el vino se convierten sustancialmente en el cuerpo y la sangre de Cristo.
Ahora bien, el reformador sí creía en la presencia física de Cristo en la Cena. Pero se opuso a la transubstanciación por ser una teoría basada en el aristotelismo que procuraba racionalizar un misterio divino. No hace falta entender cómo el cuerpo y el vino están presentes en la Cena; todo lo que hay que hacer es creer la promesa de Cristo. Es un asunto de fe; no de entendimiento humano.
En vez de apelar a un filosofo pagano para explicar la presencia real, el alemán utilizó la imagen del fuego y el hierro:
El fuego y el hierro se mezclan de tal forma cuando están en combustión, que cualquiera de sus partes es hierro y es fuego; mucho mejor podrá estar presente el cuerpo glorioso de Cristo en cualquiera de las partes de la sustancia del pan.
La diferencia entre el catolicismo y Lutero sería que los romanos creen que el feligrés no recibe pan en la eucaristía sino únicamente el cuerpo (literal) de Cristo; mientras que el reformador decía que los creyentes sí recibían pan y, al mismo tiempo, el cuerpo de Cristo.
Queja 3: La misa se ha convertido en un sacrificio sacerdotal
La tercera queja de Lutero es que Roma se había olvidado de que la eucaristía era un regalo de la gracia de Cristo. En vez de verse a sí mismos como simples siervos administrando la Cena al pueblo en el nombre de Cristo, los sacerdotes comenzaron a creer que estaban, en realidad, presentando un sacrifico ante Dios a la hora de celebrar la misa.
Los sacerdotes, en esa escalada de impiedades, han trocado el sacramento y el testamento divinos en una obra buena que ofrecer y comunicar por los demás cuando en realidad no cabe hablar más que de un bien recibido […] Ofrecen a Dios lo que tienen que aceptar como beneficio.
La Santa Cena no es una buena obra humana; sino un hermoso obsequio de la bondad del Salvador.
El alemán utiliza la imagen de un rico y un pobre para ayudarnos a entender lo que está en juego en este punto:
Que nadie ose cometer la locura de afirmar que hace una obra buena el que se presenta como pobre e indigente a recibir un beneficio de la mano del que es rico, porque, como he dicho, la misa es ese beneficio de la promesa divina que se ofrece a todos los hombres por la mano de los sacerdotes.
El sacerdote ha de entregar la Cena a los feligreses en el nombre de Cristo, no ofrecerla en sacrifico a Dios como si fuera una obra religiosa.
Conclusión
En suma, ‘La Cautividad Babilónica de la Iglesia’ critica la eucaristía católica por tres razones: 1) los sacerdotes no dan las dos especies al pueblo; 2) la transubstanciación procura racionalizar un misterio cristiano; y 3) la misa se ha convertido en un sacrifico sacerdotal.
Estas tres críticas siguen vigentes en nuestros días también. Roma no ha cambiado.
Pastor Will Graham – Almería

Excelente! gracias hermano por compartir.
Gracias hermano Will Graham, Muchas bendiciones.
que la Gracia de Dios este con ustedes
desde el Ejercito Nacional de Colombia, un abrazo…BENDICIONES
Muchas gracias Pastor will. Desde peru
Un gusto. Abrazos desde España. WG