
Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi (Juan 1:48).
Casi cada día, como en esta mañana, comienzo mi jornada como quizá estaba Natanael debajo de aquella higuera. Puede que haciéndose preguntas y buscando respuestas. Preguntas existenciales y profundas, o sencillas para sí mismo.
Quizá lo que hacía era leer y meditar en algún pasaje de su Escritura, como un buen israelita.
Podría ser que sencillamente estuviera en oración, buscando tu bendición y dándote gracias.
Cualquiera de estas situaciones podría haber sido, porque a mí también me ocurren, yo también tengo mi higuera, mi rincón de pensar, meditar y orar.
Lo que sí tengo yo, que quizá él no, es el saber que tú me ves, que no me pierdes de vista, porque tú eres un Dios de cerca y no de lejos (Hch. 17:27), que yo ya recibí la invitación de mi Felipe para ver por mí mismo (v. 46) y que ya me encontré con Jesús y fui conquistado y convencido (v. 49).
Ahora, Señor, me resta seguir refugiándome en ti, como si fueras mi higuera, y esperando aún mayores cosas por ver (v. 50s).