
Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan y yo los sane (Juan 12:40).
Hoy una vez más me encontraré con multitud de ciegos, esa ceguera espiritual que es aún más terrible que la física por sus consecuencias eternas.
Yo, por tu gracia, veré a estos pobres hombres y mujeres andando en oscuridad a pesar de la tremenda luz que tú irradias, pues nada de lo que fuiste e hiciste fue oculto (Jn. 18:20). Claro que su ceguera está relacionada con la dureza de corazón que les impide entender.
Señor, yo no soy mejor que ellos, soy de la misma naturaleza, y si veo y entiendo es por tu gracia salvadora.
Quiero pedirte en esta mañana, puesto que tú eres el único que puede dar vista y sensibilizar el corazón, que tengas misericordia de ellos, mi familia, mis conocidos, de esos que han caído en hoyos tan profundos y de aquellos que sin entender se manchan con todo lo que tocan y se rozan.
Deslúmbrales con tu luz, golpéales con tu palabra, hazles tener luz para que se conviertan. Y así tú luego les sanes, sanes su alma.