“Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a casa” (Lucas 1:56).
María se recreó en la presencia de Elisabet. Seguramente pasaron tiempo juntas alabándote y hablando de las maravillas de tu Palabra. “Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo” (Proverbios 27:17).
Pero después de tres meses de comunión, la madre del mesías tuvo que volverse a casa. Sabía que los vecinos y los parientes de Elisabet no tardarían en llegar y seguramente se darían cuenta de que la anciana no era la única embarazada.
Me imagino que usaste esos tres meses de comunión para fortalecer a tu hija. Veo a María preguntándose en el camino de regreso a Nazaret: “¿Cómo se lo digo a José? ¿Y qué digo a mis padres? ¿Y qué pensarán los vecinos? Señor, ¿qué hago?”
Si no fuera por el tiempo con Elisabet en Hebrón, ¿cómo podría haber soportado todas las dificultades que le esperaban en el norte?
Te doy gracias por mis hermanos en la fe, mi Dios. Me hacen tanto bien.
Gracias por la comunión de los santos. Gracias por cada Elisabet que pones en mi vida.
Pastor Will Graham – Almería