“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. Y José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente” (Mateo 1:18-19).
José, como cualquier otro varón con dos dedos de frente, creyó que María le había sido infiel. Su prometida había pasado tres meses en Hebrón. Y volvió a Nazaret embarazada.
No condeno a José por su falta de fe. Yo tampoco le hubiera creído a María.
Lo que me asombra, sin embargo, es cómo tu hijo no quiso dañar la reputación de su amada. En vez de ir de casa en casa hablando mal de María, decidió “dejarla secretamente” para no “infamarla” (v. 19). Así actúa el amor.
Qué triste que haya tantas personas en la iglesia que inventan chismes, falsas acusaciones y mentiras cuando no hay nada qué condenar; pero cuando sí hay algo condenable -como el pecado de adulterio- el verdadero amor cubre multitud de pecados (1 Pedro 4:8). El odio y el amor son tan diametralmente opuestos.
Señor, ayúdame a corregir a los transgresores secretamente.
Pastor Will Graham – Almería