“Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños, y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (Mateo 1:20).
Gloria a ti, Señor.
Consolaste a José en medio de su tristeza. ¿Por eso estuvo dormido? ¿Por depresión?
Le comunicaste la buena noticia de que María no le había engañado en Hebrón. Oh, ¡qué alegría! ¡Qué bueno saber que su amada le había dicho la verdad! ¡Fue la obra del Espíritu Santo en ella!
Tu hijo, José, recibió tres bendiciones por el precio de una. Se enteró de que María le había sido fiel, recibió tu bendición para formar un hogar con ella y aprendió que sería el padre adoptivo del Mesías. Bien dijo su padre David siglos antes, “Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría” (Salmo 30:11).
Te alabo por el ángel (el mensajero) que enviaste a mi vida para dar testimonio de la verdadera identidad de Cristo.
Gracias, porque al igual que José, ahora bailo con alegría delante de ti.
Gloria a ti, Señor.
Palabra de Vida – Almería