“Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron” (Lucas 1:71).
Me salvaste, Señor.
Me salvaste de todos mis enemigos espirituales: la carne, la muerte, el mundo, el pecado, Satanás.
Y me salvas de todos mis adversarios físicos: las personas que odian tu nombre y pelean contra tu ungido, Jesucristo.
Hagan lo que hagan mis detractores, sé que en Cristo estoy a salvo. Si me lanzan a los leones, quiero repetir las palabras de tu mártir Ignacio de Antioquía: “Soy trigo de Dios y los dientes de las fieras han de molerme para que pueda ser ofrecido como limpio pan de Cristo”.
Y si me queman vivo, quiero repetir las palabras de tu mártir Policarpo: “Llevo ochenta y seis años sirviendo a Jesucristo, y ningún mal me ha hecho. ¿Cómo he de maldecir a mi Rey que me salvó?”
Y si me ejecutan delante de mis siete hijos, quiero repetir las palabras de tu mártir Felicidad: “Viva, te venceré; y si me matas, en mi propia muerte, te venceré mejor”.
Tú eres mi luz y mi salvación. ¿De quién temeré? ¿De quién he de atemorizarme?
Tú eres quien me salva.
Pastor Will Graham – Almería