“Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones” (Lucas 1:48).
Me asombra la fe de María.
¿Cómo pudo una doncella tan insignificante que vivía en un pueblo tan insignificante en un país tan insignificante osar decir algo tan absurdo?
¿Todas las generaciones “me dirán bienaventurada”? ¿Estaba bien de la cabeza? ¡Por supuesto que sí! Había creído tu promesa.
Pero me asombra aún más tu gran sabiduría. Te fijas en una doncella que solamente se caracterizaba por su “bajeza”. Ciertamente, eres el Dios de los mansos y los quebrantados. En tu gran poder, levantas a los humillados para que sean grandemente “bienaventurados”. Te revelas a través de lo que no es para confundir lo que es. De esta manera, nadie se gloría en tu presencia.
Si yo (mendigo que soy) poseo a Cristo por la fe -o, mejor dicho, si Cristo me posee a mí- seré bienaventurado por los siglos de los siglos juntamente con mi querida hermana María y todos los demás creyentes.
Te doy gloria, mi Dios, por tu sabiduría y por el don de la fe en tu Hijo.
Pastor Will Graham – Almería