
“Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; santo es su nombre, y su misericordia es de generación a los que le temen” (Lucas 1:49-50).
¡Aleluya! ¡Grande eres!
Haces maravillas. Eres poderoso y santísimo. La misericordia fluye de ti como si fuera un río imparable. Cristo -el bebé de María- es la revelación suprema de tu grandeza, poder, santidad y misericordia.
Me parece increíble cómo permites que yo, polvo de la tierra, disfrute de contemplar tu gloria y de conocer tus preciosos atributos. Pusiste tú el temor de Dios en mi alma. Me atrajiste. Me sedujiste. Me hiciste tuyo. Oh, mi Dios, me has hecho grandes cosas.
Y al tener tu temor implantado en mi corazón, tengo la promesa de que serás misericordioso conmigo de generación en generación. Siempre seré el objeto de tu afecto y tu gracia gracias a la obra del niño de Belén.
No lo puedo comprender. Mi corazón se goza de una fiesta continua al pensar en tu hermosura y en la gloria de tu Hijo. Como bien preguntó Lutero: “¿Quién no moriría de buena gana por Cristo?”
¡Aleluya! ¡Grande eres!
Pastor Will Graham – Almería