“Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él” (Lucas 2:33).
Entiendo el asombro de José y María, amado Padre.
Ya contaban con la misión de tu Hijo entre los israelitas. Sabían que iba a salvar a su pueblo de sus pecados.
Pero a lo mejor no tenían claro la dimensión global e internacional de su obra. El niño, además de reinar sobre Israel, sería el Salvador de los gentiles. A muchos judíos les costó captar esta verdad.
Tú hiciste una promesa a tu Hijo. Le dijiste: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya hasta los confines de la tierra” (Salmo 2:8).
Te doy la gloria porque hasta el día de hoy sigues entregando a tu Hijo una herencia bien rica entre los gentiles. Yo mismo formo parte de esa herencia. Soy tu regalo a tu Hijo. ¡Alabado seas!
Y mi petición hoy es que sigas entregando a multitudes de israelitas y gentiles a Cristo. Corra el evangelio con poder para que el nombre de tu Hijo sea grande, bien grande, entre las naciones.
¡Qué todos los pueblos alcen sus voces para proclamar su grandeza!
Pastor Will Graham – Almería