“Y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore” (Mateo 2:8).
¡Herodes mintió descaradamente!
No quería adorar el rey niño sino ejecutarlo. ¡Menuda astucia! “Saeta afilada es la lengua de ellos; engaño habla; con su boca dice paz a su amigo, y dentro de sí pone sus asechanzas” (Jeremías 9:8).
Y me pregunto, ¿por qué no fue Herodes -o uno de sus hombres- a Belén? El que profesaba fe en el judaísmo no estuvo dispuesto a viajar once kilómetros para abrazar al mesías; sin embargo, los gentiles del oriente fueron en su lugar.
Bien decía Matthew Henry: “Vinieron de un país lejano para adorar a Cristo, mientras que los judíos, los suyos, no se tomaron la molestia de dar un paso, ni de acudir a la ciudad cercana, para darle la bienvenida”.
Señor, hoy aprendo que si hay amor por ti en mi corazón, no me costará viajar más de 1.500 kilómetros para llegar a la casa de Cristo y adorarle. Pero cuando no hay pasión por ti, hasta un viaje de una hora y media me parecerá demasiado largo.
Pastor Will Graham – Almería