“Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño” (Mateo 2:9).
¡Gloria a Dios!
La estrella, como fiel evangelista, testificó del niño. Es como estuviera diciendo a los magos: “He aquí la luz verdadera: el Sol de justicia, la bendita aurora, la estrella de estrellas”.
Te alabo, Padre, por todas las luces que has usado en mi vida para llevarme a contemplar la gloria de Cristo. Y cuando por fin veo la excelencia de tu Hijo, todas las demás luces se apagan. Se ven obligadas a repetir las palabras de tu profeta: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30).
Gracias, pues, por cada predicador y por cada creyente a través del cual he aprendido algo más sobre mi hermoso Salvador.
Y Padre, me atrevo a pedirte que me conviertas en una estrella para tu gloria también. Oh, qué gozo sería para mí encaminar a los que están bajo la influencia malvada de Herodes hacia la presencia del emperador de emperadores.
Anhelo serte útil.
Pastor Will Graham – Almería