
BIENAVENTURADOS LOS PACIFICADORES, PORQUE ELLOS SERÁN LLAMADOS HIJOS DE DIOS (MATEO 5:9)
Las primeras cuatro bienaventuranzas (pobreza de espíritu, quebrantamiento, mansedumbre y hambre de justicia) tienen que ver con la condición interna del creyente. Las últimas cuatro (vv. 7-12) están relacionadas con los demás. Son, por así decirlo, bendiciones sociales.
La tercera bienaventuranza social es para los pacificadores. El misericordioso y el puro de corazón (esto es, aquel cuya alma carece de segundas intenciones en su trato con el prójimo) es una persona pacificadora. Procura crear la paz.
Si nos ponemos a pensar en los conflictos que se desatan en nuestros contextos sociales (matrimonio, familia, vecinos, universidad, trabajo, iglesia, etc.), se deben a la falta de satisfacción en Cristo. Santiago lanza una pregunta potente en su epístola: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” (Santiago 4:1). Lo más fuerte es que el hermano del Señor se estaba dirigiendo a iglesias locales. Luego contesta su propia pregunta afirmando que: “Codiciáis y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis” (v. 2).
El que no está lleno del Señor siempre peca de codicia y envidia. Este malestar interno acaba generado divisiones y pleitos a nivel social. Lamentablemente, como acabamos de ver, esta actitud puede manifestarse en la iglesia. En vez de gozarse con la alegría de los hermanos, el amargado se siente molesto ante la felicidad de los demás. Puede sonreír falsamente en público; pero es una máscara que esconde su irritación interna. Caín no soporta ver la prosperidad de Abel. Ismael detesta las bendiciones que Dios derrama sobre Isaac. Saúl no aguanta a David. La carne no es pacificadora porque, como bien dice el profeta: “No hay paz para los impíos” (Isaías 57:21).
Si Dios nos ha saciado, podremos ser pacificadores. En una predicación sobre Mateo 5:9, Martyn Lloyd-Jones comentó que la primera marca de un creyente pacificador es que aprende a “no hablar”. Aquel que tiene el corazón agitado e irritado habla y habla y habla no permite que nadie más hable. Comentó el pastor: “Si se pudiesen controlar las lenguas habría muchos menos discordias en el mundo”. ¿Acaso no destaca Proverbios 10:19 que: “En muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente”?
Después, añadió Lloyd-Jones una ilustración útil: “Creo que esta es una de las formas mejores de ser pacificador, que uno aprenda a no hablar. Cuando te dicen algo, por ejemplo, y tienes la tentación de contestar, no lo hagas. No sólo esto: no repitas lo que se te dice si sabes que va a causar daño. No se es amigo de verdad cuando se le dice al amigo algo desagradable que alguien dijo de él. Esto no ayuda: es amistad falsa. Además, aparte de todo lo demás, las cosas desagradables no merecen repetirse. Debemos controlar la lengua. El pacificador no va diciendo cosas. A menudo tiene ganas de decirlas, pero en bien de la paz no lo hace”.
Tengamos cuidado, pues, con aquellos que “van diciendo cosas” desagradables en la congregación. Asegurémonos de que no sean halladas nuestras bocas culpables de sembrar semejante veneno, provocando así enemistad entre hermanos. Una de las cosas fundamentales para promover la unidad en el Espíritu es saber cuando no hay que hablar. Los chismosos y murmuradores tienen que ser fuertemente reprendidos.
Además, hay otra dimensión que podríamos añadir a nuestra reflexión sobre el pacificador. Podríamos meditar en las implicaciones evangelísticas de esta bienaventuranza. No solamente procuramos fortalecer la paz entre creyentes sino también entre los pecadores y Dios. De esta manera, se puede interpretar el dicho de Cristo como una referencia al llamamiento de predicar “el evangelio de la paz” (Hechos 10:36; Efesios 6:15). Ciertamente, los que predican el evangelio brillarán “como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:3).
Y, por supuesto, la meta es ser pacíficas en todas nuestras relaciones sociales. Escrito está: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18).
Ahora bien, ¿qué es lo que Cristo promete en esta séptima (y penúltima bienaventuranza)? Volvamos al texto: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).
Como en las demás bienaventuranzas, la promesa es escatológica. Seremos llamados hijos de Dios eternamente. Además, esta bendición futura también se aplica al presente. El hijo de Dios es pacificador. Sí, hay momentos cuando uno tiene que confrontar con la verdad, no obstante, la motivación detrás de semejantes confrontaciones es limpia y pura (como en la vida del Señor Jesús). No hay codicia ni envida en el corazón. Por ejemplo, cuando le llamamos al pecador al arrepentimiento, es porque realmente queremos que experimente el gozo de la salvación y que sea librado de la ira divina. No hay segundas intenciones sino pureza de corazón.
Si Dios es el Dios de la paz, es normal que sus hijos imiten su ejemplo. En última instancia, lo que el regenerado desea ver es la humanidad reconciliada con Dios y los seres humanos viviendo en paz entre ellos mismos. Qué bendición saber que se está acercando el día en el cual el lobo morará con el cordero y el leopardo se acostará con el cabrito (Isaías 11:16). Tenemos la promesa de la nueva tierra donde los redimidos estarán en paz con el Señor, en paz con los demás hijos de Dios y en paz con la creación.
¡Bendita esperanza!
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Pastor Will Graham – Palabra de Vida Almería

Es impactante como dice que un pacificador no habla, aunque sepa cosas dentro de la misma iglesia calla, y yo agregaria que debe de orar por aquellas personas que se entero del rumor.
Ver que tenemos el corazon irritado para estar hablando, debemos en nuestra comunion con el Señor Llevar ese corazon cargado de pecado para que descance Salmo 62:8
Gracias por el articulo Pastor Will, bendiciones a usted y a su Familia e Iglesia en Ameria que la paz y la gracia del Señor esten con ustedes, para seguir firmes en sus caminos.
Mil bendiciones gracias por compartir la verdad del evangelio