
Toda persona con ojos en la cara ve con estupefacción cómo se desmorona ante ella el mundo que en otro tiempo conoció. Un mundo que, aunque imperfecto por su condición caída, era habitable y en buena medida agradable. Hoy en día, la mentira, la corrupción, la inmoralidad más abyecta y la impiedad causante de todo ello[1] están a la orden del día, y la prevaricación se ha instaurado en las más altas instancias de la sociedad[2].
Nuestros políticos hacen burla impunemente y sin rubor alguno de los juramentos propios de sus cargos, y los que llegan a gobernar no respetan las instituciones democráticas, ni las leyes, ni las decisiones de los más altos tribunales de justicia. De tal manera que se cumplen las palabras del profeta cuando dijo: “El derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir” (Isaías 59:14-15).
Este mundo nuestro está viejo, decadente y enervado hasta la desesperación, tras mucho tiempo de socavarse sistemáticamente los fundamentos que lo sostienen[3]. Ahora los vándalos han vuelto y el Imperio —esta vez no el romano, sino el de la Babilonia occidental, que fue heredera de su cultura, su derecho, su civilización, y también de su opulencia y su pecado— se tambalea de nuevo y su caída se antoja definitiva[4].
¡Por poco tiempo hemos disfrutado la democracia en países como el nuestro antes del asalto final de los bárbaros! Pero ya han llegado. Y no se trata de bárbaros como aquellos del pasado a los cuales la buena nueva del evangelio conquistó, sino de otros más feroces, porque son apóstatas[5] de la fe que en otro tiempo dotó de luz a Europa y al mundo entero[6], y enemigos acérrimos del Dios vivo y verdadero, de sus instituciones más elementales (como el matrimonio[7] o la familia[8]), de sus leyes justas[9], sus valores[10] y los principios revelados en su Palabra[11]. Y, naturalmente, enemigos de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, único “nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”[12].
Es inútil tratar de hacer frente a semejantes enemigos apelando al derecho, la justicia, la veracidad, la buena voluntad o el fair play, porque ellos no respetan las reglas del juego. ¿Cómo aliviar entonces la frustración que sentimos y la ira que despierta en nosotros la destrucción de los fundamentos que sostienen el mundo y la vida misma de la sociedad humana[13]? Si no tenemos cuidado, la frustración se convertirá en violencia y nos hará devolver mal por mal y maldición por maldición[14]; lo cual no es propio de nosotros —si tememos a Dios—, ni tampoco resuelve nada. El mismo Salmo 11 contesta a la pregunta que ha planteado en su versículo 3: “¿Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo?”. Nuestro refugio está en Jehová, responde.
Este es el “salto cuántico” que podemos dar y que nos capacitará para hacer frente a la situación de este mundo sin recurrir a la ira o a la violencia. Se trata simplemente de dejar entrar a Dios en el cuadro, de hacer sitio para lo que Él ha revelado en su Palabra (la Biblia), de cambiar nuestra visión de las cosas dejando que penetre la luz del evangelio de Cristo en nuestras vidas. Porque, a pesar de lo que este mundo diga, crea o deje de creer, hay un Dios que hizo todas las cosas que existen en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles[15]. Se trata del Dios que, a diferencia de todos los “ídolos mudos”[16] hechos por manos humanas o concebidos por la mente humana ha anunciado[17] cómo empezó todo y cómo se torció[18], y las consecuencias que ello ha tenido[19] y la manera cómo se resolverá todo y acabará todo[20].
Hemos de entender, de manera especial, que no estamos inmersos en una guerra cultural, sino espiritual[21]. Que al igual que hay un Dios Todopoderoso que creó el cielo y la tierra; un Salvador, Jesucristo, quien después de entregar su vida en la cruz hace más de dos mil años para reconciliarnos con Dios, resucitó, vive, reina y volverá una segunda vez transformándolo todo; hay también un enemigo maligno: “El gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás”[22], el cual mantiene a todas las naciones bajo la cubierta de su engaño en una especie de mundo paralelo pero ficticio —al estilo Matrix—, y que trata de impedir que vivamos en el mundo real, el verdadero (“la Verdad”[23]) y disfrutemos de él eternamente[24]. De ese enemigo y de ese engaño nos libera el conocimiento de Jesús, que vino para quitar esa cubierta de engaño con su sacrificio[25], “dar testimonio a la verdad”[26], y hacer que tuviéramos “vida y vida en abundancia”[27]. Él mismo —nos dice— es “el camino, la verdad y la vida”[28].
Nuestra frustración procede de que en nuestra época ni siquiera se respetan ya las reglas del juego que los seres humanos mismos nos hemos dado libremente para nuestra convivencia: el “contrato social” del que habló el filósofo racionalista francés del siglo XVIII Jean-Jacques Rousseau. La anarquía que precede a la tiranía está en camino, y a menos que la gente se vuelva a Dios y ponga su confianza en el Señor Jesucristo, este mundo no tiene solución[29]. Pero, como dice el apóstol Pedro: “Nosotros esperamos, según sus promesas [de Dios], cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”[30]. Amén.
Pastor Juan Sánchez Araujo
[1] Romanos 1:28
[2] Salmo 2:10-12
[3] Romanos 1:18-22, 24-32
[4] Apocalipsis 17—18
[5] 2 Tesalonicenses 2:3
[6] Juan 8:12
[7] Mateo 19:3-6
[8] Efesios 3:15; Salmo 127
[9] Deuteronomio 4:8
[10] Romanos 13:1-14
[11] Proverbios 3
[12] Hechos 4:11-12
[13] Salmo 11:3 (léase todo el Salmo)
[14] Mateo 24:12; 1 Pedro 3:9
[15] Colosenses 1:16
[16] 1 Corintios 12:2-3
[17] Isaías 43:9, 11-12
[18] Génesis 1—3
[19]Génesis 3:14—4:12
[20] Mateo 24:29-44; 2 Pedro 3:1-13
[21] Efesios 6:10-12
[22] Apocalipsis 12:9
[23] 2 Juan 1-4
[24] Isaías 66:22
[25] Isaías 25:6-9
[26] Juan 18:37
[27] Juan 10:10
[28] Juan 14:6
[29] Isaías 43:11
[30] 2 Pedro 3:13
Que impresionante, esta increible el articulo gracias.
Sin mas ni menos Cristo nos hizo libres broche de oro .
Bendiciones Pastor Will a usted y su familia