
Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; no por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey (Mateo 5:34-35).
Gracias por esta enseñanza, Padre.
Los fariseos invalidaron tu Palabra por su tradición. Enseñaron que solamente hacía falta guardar los juramentos que apelaban tu nombre. Los juramentos hechos en el nombre “del cielo”, “de la tierra” y “de Jerusalén” no eran considerados tan importantes. Básicamente, podían ser olvidados.
Tu Hijo, sin embargo, prohíbe semejante hipocresía revelando que el cielo, la tierra y Jerusalén te pertenecen a ti. Son de ti. En otras palabras, el que jura por el cielo en realidad está jurando por tu nombre (aunque de forma indirecta). Prometer algo, pues, y no cumplirlo es una violación del tercer mandamiento: “No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano” (Éxodo 20:7).
Amado Padre: en una generación de mentirosos expertos, guarda mi lengua. Hazme meditar profundamente en las palabras de tu siervo Santiago: “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua […] la religión de tal es vana” (Santiago 1:26).
Gracias, Señor.
Pastor Will Graham – Palabra de Vida Almería
