Las operaciones estéticas innecesarias se han convertido en un fenómeno global. Según las nuevas cifras publicadas por Statista (enero 2022), la cantidad de semejantes operaciones se ha multiplicado por más de tres en los últimos veinte años en los Estados Unidos (desde 740.000 en el 1997 hasta cuatro millones en el 2020), generando así más de nueve mil millones de dólares para la economía estadounidense en el 2020. Los otros tres países donde se realizaron más de un millón de operaciones en el mismo año fueron Brasil, Alemania y Japón.
Ante la explosión de interés en este sector, ¿qué dice la Biblia al respecto? ¿Habrá una perspectiva cristiana sobre tales operaciones? Todo depende de la intención del corazón. La pregunta sería: ¿por qué un cristiano tendría ganas de someterse a tratamiento quirúrgico para “mejorar” su aspecto físico?
La primera causa podría ser la búsqueda de la gloria de los hombres, esto es, un deseo de ser aprobado y aplaudido por una sociedad basada en apariencias. La Escritura contrasta esta gloria pasajera con la gloria que proviene de Dios (cf. Juan 12:39-43). Pablo explica que “si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10). Un cristiano, por tanto, no debe buscar conformarse a una cosmovisión mundana.
La segunda causa podría ser el temor a envejecerse. No obstante, la Escritura recalca que «la cabeza canosa es corona de gloria, y se encuentra en el camino de la justicia” (Proverbios 16:31, LBLA). Un creyente saludable no tiene por qué huir de la realidad, sino que puede gozarse sabiendo que cuenta con la oportunidad de entregar su juventud y vejez al servicio de Dios. Es algo hermoso envejecerse con dignidad delante del Señor.
La tercera causa podría ser el orgullo. Si un cristiano se somete a una operación estética innecesaria para sentirse superior al prójimo, se está comportando como un hijo de Satanás (el rey de la prepotencia). Dios resiste a los soberbios. Un cristiano altivo es un oxímoron.
Finalmente, una cuarta causa podría ser la envidia. El creyente puede llegar a pensar: “No soy tan guapo como aquel hermano”. Al sentirse envidia, peca contra la ley del amor y rehúsa gozarse con los que se gozan (Romanos 12:15). De nuevo, la envidia es otro fruto podrido del árbol de la mundanalidad y delata insatisfacción en Dios.
En suma, si la fuente de la decisión del creyente a la hora de someterse a una operación estética innecesaria es la gloria de los hombres, el temor a envejecerse, el orgullo o la envidia, tendría que arrepentirse y pedirle perdón al Señor por su falta de gratitud. ¿Cuál es la verdadera razón por la cual se quiere ver más atractivo? ¿Por qué tanto afán por lo estético y lo físico?
El creyente tendría que preguntarse con toda honestidad: ¿qué es más importante? ¿Ser atractivo para Dios? ¿O ser atractivo para el sistema degenerado de este mundo que crucificó a su Hijo, la belleza encarnada, el bendito Rey de gloria?
Will Graham
Pueden solicitar el artículo completo enviando un email @ williamiangraham@hotmail.co.uk
Es verdad, estamos en un mundo vano. Que solo interesa la parte estetica de las personas.
Solo someter a un corazón carnal con la palabra
Saludos.
Saludos desde Nicaragua Dios los Bendiga y los siga usado en sabiduría para la exponer la santa de Dios a la verdad de la escritura