
Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público (Mateo 6:17-18).
Amado Padre:
Gracias por recordarme que el ayuno forma parte de la vida cristiana. Si soy un discípulo tuyo, ayunaré. Me abstendré de comida en el sentido literal (no metafórico) de la palabra. Pasar un día sin ver la tele, por ejemplo, no constituye un ayuno. El no comer sirve para demostrar que mi Dios no es mi vientre y que mis afectos están puestos en las cosas de tu reino.
Gracias también por revelarme el tipo de actitud que quieres ver en mi corazón a la hora de ayunar. Te opones a mi deseo natural de impresionar a los demás con mis supuestos logros espirituales. “Hermano, ¿te han dicho que llevo una semana ayunando? ¿A qué soy una máquina?” ¡Mi corazón es tan engañoso!
Padre, te pido que me ayudes a ayunar de manera secreta. Nadie tiene porqué enterarse de nada. Quiero que mi vida de ayuno sea como un canto de alabanza a tu glorioso nombre.
Amén.
Pastor Will Graham – Palabra de Vida Almería