
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (Mateo 6:24).
Amantísimo Padre:
Mi corazón natural ama el dinero. Sueña con billetes. Quiere acumular más y más.
Me engaño a mí mismo cuando suelto mentiras piadosas tales como: “Si tuviera más dinero, podría ayudar a mis hermanos en la fe”. Si no ayudo a mis hermanos con los pocos recursos que tengo ahora, no lo haré en el día de mañana tampoco.
Mi problema no es mi falta de capital, sino mi actitud codiciosa y egoísta. Caigo en el error de creer que mi casa y mi cuenta bancaria son mías y no tuyas.
Si me levanto todos los días a las cinco o a las seis para trabajar, pero no estoy dispuesto a despertarme a la misma hora para buscarte, soy un idólatra. Si llego tarde al culto, pero nunca llego tarde al curro, es una clara señal de que mis afectos están radicalmente desordenados.
Mi Dios:
Si quieres reducir mi salario para que pueda servirte más fielmente como marido y padre, ¡qué así sea!
Amén.
Pastor Will Graham – Palabra de Vida Almería