
“Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones” (Filemón 1:10).
Amantísimo Padre:
Gloria a Dios por el amor de tu Espíritu que pusiste en tu siervo, Pablo. En vez de preocuparse por sus necesidades como prisionero, se entregó a la tarea de la evangelización. ¡Menudo ejemplo!
Invirtió su tiempo en un pobre esclavo llamado Onésimo. ¿Por qué? Porque quería ver la gloria del Señor Jesucristo obrando en el alma de aquel incrédulo. Le predicó el evangelio y le llamó a la fe y al arrepentimiento. Y por tu gran misericordia, soplaste vista para que Onésimo naciera de nuevo. ¡Grande es tu gloria!
Y qué hermoso observar cómo Pablo se refiere a un simple don nadie como su “hijo”. Esto es lo que hace el amor fraternal otorgado por tu Espíritu. Me hace entender que todos los cristianos son mis hermanos. Somos una gran familia en el Hijo y en el Espíritu.
Veo una muestra final del amor del apóstol en su súplica por la vida de Onésimo.
Te alabo hoy porque a través de Pablo contemplo el amor de Cristo, el cual me engendró por su Espíritu y ahora vive para interceder por mí. ¡Aleluya!
Amén.
Pastor Will Graham – Palabra de Vida Almería