
“Yo quisiera retenerle conmigo” (Filemón 1:13).
Amantísimo Padre:
Me imagino que, inicialmente, Pablo habría pensado que la conversión de Onésimo al cristianismo trató de un maravilloso acto de tu providencia en su vida.
“¡Qué bien! Llevo bastante tiempo necesitando que alguien esté atento a mis necesidades aquí en la cárcel. Ciertamente, mi hermano Onésimo me será de gran ayuda. ¡Quiero retenerle conmigo!”
No obstante, tras dar varias vueltas al asunto, llegó a la conclusión de que lo mejor era enviar a Onésimo de vuelta a Filemón. ¿Por qué? Pues, porque Filemón, según la ley, era el amo legítimo de aquel esclavo. Es decir, Pablo no tenía derecho alguno sobre el siervo de su hermano.
Me llama la atención cómo tu esclavo, Pablo, no viola la ley en el nombre de algún principio espiritual. No era como los supuestos cristianos que dicen: “No pagaré mis impuestos porque el gobierno invierte mi dinero en asuntos impíos”. No se comportó como los asalariados que declaran: “Hermano, yo soy tu pastor, el ungido del Señor; por tanto, tu coche es mío”.
Hoy aprendo que el creyente no pone sus propios deseos en primer lugar, sino los principios de tu Palabra.
Hazme tu esclavo, Señor.
Pastor Will Graham – Palabra de Vida Almería